Hace tiempo que no escribo y tenía unas ganas locas de coger mis bolígrafos y reírme un poco con tantos o tan pocos, no lo sé y tampoco me importa el número de los que ríen conmigo y con mi doncella Maripuri. Lo importante no es la cantidad sino las personas, una a una, sobre todo las más humildes porque yo escribo para poner sonrisas en los semblantes de los pobres. Los ricos nunca me interesaron. Servidora siempre ha estado y estará siempre con los más humildes.
Ya estoy aquí después de hospital, operaciones, unos hijos que soñé y quedaron en sueños porque los sueños sueños son. Maripuri, amigos míos, está viva para volverse a reír, para soñar con palacios, para reñirle a esta Letizia que nos hace soñar a todos con la fantasía en azul y rosa.
He regresado y resulta que estaba recibiendo abrazos del Pueblo cuando yo pensaba que me seguía agarrando el brazo el aparato de la tensión. Sigo siendo la Reina, pensé cuando me vi ante un puesto de pescado.
Yo no soy muy de pescados. El único pescado que me gusta es el rape. Eso de quitar espinas no va conmigo. Prefiero un buen chuletón y unas patatas fritas. Fui a ver a los vendedores del pescado porque mi doncella Maripuri me pidió que fuera.
-Están vendiendo poca merluza, mi Reina -me dijo-, y usted conseguiría aumentar las ventas.
-Recomendaré comprar pescado español -le prometí.
Así lo hice. Fui a una plaza de abastos de esta España nuestra y me puse el delantal. La gente me quitaba de las manos las sardinas, jureles, gallos y demás pescados. Marisco vendí poco, pero pescado de espina vendí un montón. También me vendía a mí misma unas sardinas del Cantábrico porque el pescado azul es muy sano desde que dejó de ser poco recomendable gracias a unos nuevos científicos.
Seguiré posteando más cuando mi doncella Maripuri tenga más fuerzas. La cesárea duele, sobre todo cuando no hay hijos que acunar, pero los habrá un día. Os lo prometo.